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"Sin comunicación no hay negociación"
Del libro "Sí... ¡de acuerdo!"
de Roger Fisher, William Ury, y Bruce
Patton
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Sin comunicación no hay negociación. Esta última es un proceso de
comunicación con el cual se busca respaldar el propósito de obtener una
decisión conjunta. La comunicación nunca es fácil, ni aun entre
personas que tienen muchos méritos o valores y experiencias comunes. Las
parejas que han vivido juntas durante treinta años, todavía tienen
malentendidos todos los días. No es pues sorprendente que haya poca
comunicación entre personas que aún no se conocen bien y que pueden
sospechar del otro o sentirse hostiles. Independientemente de lo que usted
diga, debe esperar a que la otra parte, casi siempre, oiga algo diferente.
En la comunicación se dan tres grandes problemas: primero, los
negociadores pueden no estar dirigiéndose al otro u otros, o, por lo
menos, no de manera que puedan ser comprendidos. De ordinario, cada parte
se ha dado por vencida respecto de la otra, y esto hace que ya no intenten
una comunicación seria. En cambio, hablan solo para impresionar a los
circunstantes o a sus electores. En vez de intentar dirigirse con su
oponente hacia un acuerdo mutuamente aceptable, tratan de echarle
zancadilla. En lugar de tratar de convencer a su pareja de que adopten
aptitudes más constructivas o dar pasos más eficientes, se esfuerzan por
convencer a los electores o espectadores a que se dividan. La
comunicación efectiva entre las partes es prácticamente imposible si
cada una está pendiente de la actitud del público, es decir, de los
demás.
Aunque usted le hable a la otra parte en forma directa y clara, es
posible que ella no lo escuche. Este es el segundo problema en la
comunicación. Observe con cuánta frecuencia las personas parecen no
prestar atención a lo que usted dice. Probablemente con la misma
frecuencia usted será incapaz de repetir lo que ellas han dicho. En una
negociación, puede suceder que usted esté tan ocupado pensando en lo
próximo que va a decir, en cómo va a responder a ese último punto o en
la manera de expresar su próxima argumentación, que se le olvide
escuchar lo que la otra parte está diciendo ahora. O usted puede estar
escuchando con mayor atención a sus electores que a la otra parte.
AI fin y al cabo, es a sus electores a quienes debe rendir cuentas por
los resultados de la negociación. Son ellos a quienes está tratando de
satisfacer, y por tanto, no es sorprendente que usted quiera prestarles
mucha atención. Pero si usted no escucha lo que dice la otra parte, no
habrá comunicación.
El tercer problema en la comunicación son los malentendidos. Lo que el
uno dice puede ser malinterpretado por el otro. Aun cuando los
negociadores están en la misma habitación, la comunicación del uno al
otro puede parecer como el envío de señales de humo cuando hace mucho
viento. Cuando las partes hablan idiomas diferentes, la posibilidad de
malas interpretaciones se multiplica. Por ejemplo, en idioma persa, la
palabra "compromiso" parece carecer del significado positivo que
tiene en inglés como "una solución intermedia que ambos pueden
aceptar", y tener solo un significado negativo como en "nuestra
integridad se vio comprometida". De manera similar, la palabra
"mediador" en persa sugiere "entrometido", alguien que
interviene sin ser invitado. A principios de 1980 el Secretario General de
las Naciones Unidas fue a Irán a buscar la liberación de los rehenes
estadounidenses. Sus esfuerzos se vieron seriamente contrarrestados cuando
la radio y la televisión iraníes informaron en persa un comentario que
él había hecho a su llegada a Teherán: "He venido como mediador a
tratar de llegar a un compromiso". Una hora después de la emisión,
una turba de indignados iraníes apedreaba su automóvil.
¿Qué puede hacerse frente a estos tres problemas de comunicación?
Escuche atentamente y reconozca lo que dicen. La necesidad de escuchar
es evidente, y sin embargo es difícil escuchar bien, sobre todo bajo la
presión de una negociación. Escuchar le permite a usted comprender sus
percepciones, sentir sus emociones, y oír lo que tratan de decir.
Escuchar activamente o con atención mejora no solo lo que usted oye, sino
también lo que ellos dicen. Si usted escucha con atención e interrumpe
ocasionalmente para decir, "¿Entendí correctamente que usted está
diciendo que...?", la otra parte se dará cuenta de que usted no
está simplemente matando el tiempo, sencillamente cumpliendo una rutina.
Además, sentirán la satisfacción de ser escuchados y comprendidos. Se
ha dicho que la menos costosa de las concesiones que se le puede hacer a
la otra parte es hacerle saber que ha sido escuchada.
Las técnicas acostumbradas de saber escuchar consisten en prestar
atención a lo que se está diciendo, pedir a la otra parte que diga
detalladamente en forma cuidadosa y clara exactamente lo que quiere decir,
y solicitar que se repitan las ideas si hay alguna ambigüedad o
incertidumbre. Propóngase que mientras escucha no va a estar pensando en
la respuesta, sino a tratar de comprender a la otra parte como ella se ve
a sí misma. Tenga en cuenta sus percepciones, sus necesidades y sus
limitaciones.
Muchos creen que una buena táctica es no prestar mucha atención a los
argumentos de la otra parte, y no admitir ninguna legitimidad en su punto
de vista. Un buen negociador hace exactamente lo contrario. A menos que
usted reconozca lo que están diciendo y demuestre que lo comprende, ellos
pueden creer que no los ha oído. Entonces, cuando usted trate de explicar
un punto de vista diferente, ellos supondrán que usted todavía no ha
entendido lo que quieren decir. Se dirán a sí mismos: "Le expuse mi
punto de vista, pero ahora está diciendo algo diferente, de modo que no
debe haber entendido". Entonces, en vez de escuchar su argumento,
estarán pensando en la manera de presentar el punto de vista de ellos en
otra forma, con la esperanza de que ahora sí lo comprenda. En ese caso,
demuéstreles que usted ha comprendido. "Permítame ver si he
entendido lo que usted dice. Desde su punto de vista, la situación es la
siguiente...".
Cuando repita lo que usted crea que ellos han dicho, expréselo en
forma positiva desde su punto de vista, dando toda la fuerza a sus
argumentos. Podría decir: "Ustedes tienen un argumento fuerte.
Déjenme ver si puedo explicarlo. Me parece que es de la manera
siguiente...". Comprender no es lo mismo que estar de acuerdo. Es
posible, a la vez, entender perfectamente y estar en total desacuerdo con
lo que dice la otra parte. Pero a menos que logre convencerlos de que
entiende su manera de verlo, usted no podrá explicarles su propio punto
de vista. Una vez que usted ha explicado el punto de vista ajeno, exponga
los problemas que usted le ve a la propuesta del otro. Si es capaz de
explicar su punto de vista mejor que ellos mismos, y después lo refuta,
usted maximiza la posibilidad de iniciar un diálogo constructivo basado
en los méritos y minimiza la posibilidad de que ellos crean que no los ha
comprendido.
Hable con el fin de que se le entienda.
Háblele a la otra parte. Es fácil olvidar que una negociación no es
un debate. Tampoco es un juicio. Usted no está tratando de convencer a
una tercera parte. La persona a quien usted está tratando de convencer,
está sentada alrededor de la misma mesa. Si una negociación puede
compararse con un procedimiento legal, la situación se parece a la de dos
jueces tratando de ponerse de acuerdo sobre cómo decidir un caso. Intente
situarse en ese papel, tratando a su oponente como si fuera un juez,
colega suyo, con quien usted trata de formular una opinión conjunta. En
este contexto, es evidente que no se logrará persuadir si se culpa a la
otra persona por el problema, si se insulta, o si se levanta la voz. Por
el contrario, ayudará mucho el reconocer explícitamente que ven la
situación de manera diferente y tratar de tramitarla como personas que
tienen un problema común. Para reducir el efecto dominante y distractor
de la prensa, las audiencias domésticas, y de terceras personas, es útil
establecer medios privados y confidenciales de comunicación con la otra
parte.
La comunicación también puede mejorar si se limita el tamaño del
grupo en la reunión. Por ejemplo, en las negociaciones de 1954 sobre la
ciudad de Trieste, se obtuvo poco progreso en las conversaciones entre
Yugoslavia, Gran Bretaña y los Estados Unidos, hasta que los tres
negociadores principales abandonaron sus delegaciones y empezaron a
reunirse solos y de manera informal en una casa privada. Puede defenderse
la idea de cambiar el atractivo lema de Woodrow Wilson "Convenios
abiertos logrados en forma abierta" por "Convenios abiertos
logrados en forma privada".
Independientemente del número de personas que intervengan en una
negociación, las decisiones importantes se logran por lo general cuando
no hay más de dos personas presentes en la habitación.
Hable sobre usted mismo, no sobre ellos.
En muchas negociaciones, cada una de las partes explica y condena
extensamente las motivaciones y las intenciones de la otra parte. Sin
embargo, es más persuasivo describir el problema en términos del impacto
que tuvo en usted que en términos de lo que ellos hicieron y por qué:
"Me siento desilusionado", en lugar de "Usted no cumplió
su palabra". "Sentimos que se discrimina en contra
nuestra", en lugar de "Usted es racista". Si usted afirma
algo sobre ellos que ellos consideran falso, no lo tendrán a usted en
cuenta o se enojarán; no se concentrarán en su preocupación. Pero una
afirmación sobre sus propios sentimientos es difícil de objetar. Usted
proporciona la misma información sin provocar una reacción defensiva que
les impedirá tenerla en cuenta.
Hable con un propósito.
A veces el problema no se debe a que haya poca comunicación, sino a
que hay demasiada.
Cuando existe ira y percepciones erróneas, es mejor no decir ciertas
cosas. En otras ocasiones, una declaración completa de lo muy flexible
que es usted podrá hacer que un acuerdo sea más difícil y no más
fácil de lograr. Si usted me dice que está dispuesto a vender una casa
por $ 80 000 después que yo he dicho que estaría dispuesto a pagar hasta
$ 90 000, podrá ser más difícil que logremos ponernos de acuerdo que si
usted no hubiera dicho nada. La moraleja es: antes de decir algo
significativo, esté seguro de lo que quiere comunicar o averiguar, y
esté seguro del objetivo que se logrará con esa información.
Es mejor prevenir
Las técnicas que hemos descrito para tratar los problemas de las
percepciones, las emociones y la comunicación, son por lo general
útiles. Sin embargo, el mejor momento para solucionar el problema de las
personas es antes que el problema se presente. Esto implica crear una
relación personal y organizacional con la otra parte, que sea capaz de
proteger a las personas de ambos sectores contra los golpes de la
negociación. También implica que el juego de la negociación se
estructure de manera que puedan separarse los asuntos sustantivos de la
relación y se protejan los egos de las personas para que no se mezclen
con la discusión sobre lo sustancial.
Establezca una relación de trabajo.
Ayuda mucho conocer a la otra parte personalmente. Es mucho más fácil
atribuir intenciones diabólicas a una abstracción desconocida llamada
"la otra parte", que a alguien a quien usted conoce
personalmente. Tratar con un compañero de clase, un colega, un amigo, o
aun el amigo de un amigo, es muy diferente que tratar con un desconocido.
Mientras más rápidamente usted pueda convertir a un desconocido en
alguien a quien usted conoce, más fácil será probablemente la
negociación. Será menos difícil saber de dónde vienen. Ello le da una
base de confianza en la que puede apoyarse durante una negociación
difícil. Hay rutinas cordiales y conocidas de comunicación. Es más
fácil aliviar la tensión con un chiste o con un comentario informal.
El momento adecuado para desarrollar esta relación es antes que
empiece la negociación. Trate de conocer a los otros y de averiguar qué
les gusta y qué les disgusta. Trate de encontrarse con ellos
informalmente; de llegar temprano, antes de la hora fijada para el
comienzo de la negociación, y quédese un momento cuando ésta termina.
Una de las técnicas favoritas de Benjamín Franklin era pedirle al
adversario que le prestara un libro. Esto hacía sentir bien a la persona
y le daba el sentimiento agradable de que Franklin le debía un favor.
Enfréntese con el problema, no con las personas.
Si los negociadores se perciben como adversarios en un enfrentamiento
cara a cara, es difícil separar su relación de la parte sustancial del
problema. En ese contexto, cualquier cosa que un negociador diga sobre el
problema parece estar dirigida contra el otro en forma personal, y así lo
percibe éste. Cada parte tiende a estar a la defensiva, a reaccionar y a
pasar por alto los intereses legítimos de la otra parte.
Una manera más efectiva de percibirse mutuamente es como socios en una
difícil búsqueda en común por un acuerdo justo y ventajoso para ambos.
Al igual que dos náufragos perdidos en el mar en un bote salvavidas y
peleando por las limitadas raciones y provisiones, los negociadores pueden
verse inicialmente como adversarios. Quizá cada uno considere al otro
como un obstáculo. Sin embargo, para sobrevivir, los náufragos tienen
que separar los problemas objetivos y las personas. Será indispensable
que identifiquen las necesidades del otro en términos de sombra,
medicinas, agua o alimentos. Querrán ir más lejos y afrontar la
solución de esas necesidades como un problema común, junto con otros
problemas comunes como recoger el agua de la lluvia, montar guardia y
llegar hasta la costa. Si notan que están compartiendo esfuerzos para
solucionar un problema común, los náufragos serán capaces de conciliar
sus intereses conflictivos y avanzar a la vez en el logro de sus intereses
comunes. Lo mismo sucede con dos negociadores. Por difícil que sea
nuestra relación personal, podremos más fácilmente alcanzar una
reconciliación amistosa que haga concordes nuestros varios intereses si
aceptamos esa tarea como un problema compartido y lo emprendemos juntos.
Para ayudar a que la otra parte modifique su orientación de un cara a
cara hacia un lado a lado, usted puede discutir con ellos el asunto
explícitamente. "Mire, ambos somos abogados (diplomáticos, hombres
de negocios, parientes, etc.). A menos que tratemos de satisfacer sus
intereses, será imposible que logremos un acuerdo que satisfaga los
míos, y viceversa. Examinemos juntos el problema de cómo satisfacer
nuestros intereses comunes". O usted puede empezar a actuar como si
la negociación fuera un proceso conjunto y con sus acciones determinar
que ellos deseen hacer lo mismo.
Es útil sentarse literalmente del mismo lado de la mesa y tener a la
vista el contrato, el mapa, las hojas de papel, o cualquier otra cosa que
explique el problema. Si se ha establecido una base de mutua confianza,
mucho mejor. Pero por precaria que sea la relación, trate de estructurar
la negociación como si fuera una actividad común compartida por ambos,
con
sus diferentes intereses y percepciones, y con su compromiso
emocional.
La separación de las personas del problema no es algo que puede
hacerse de una vez y
que luego puede olvidarse; hay que seguir trabajando
en ese sentido.
Lo esencial es tratar a las personas
como a seres humanos y al problema según sus méritos
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puede cambiar para siempre su propia manera de negociar y la de
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