Muchas empresas tienen todavía una visión miope de sus
objetivos, puesto que sólo dan prioridad absoluta a la función
de vender. Aunque vender es importante, lo que realmente hay
que conseguir es vender con beneficio y cobrar lo antes
posible los productos que se han vendido a los clientes. Si
una empresa no sigue este principio no sobrevivirá mucho
tiempo en el mercado actual. Hoy en día, la mayoría de las
empresas están obligadas por los condicionantes del mercado a
conceder crédito a sus clientes. Sin embargo, no todas están
tomando las precauciones más elementales para evitar los
impagos y los retrasos en el cobro.
Con las restricciones de liquidez, el
mayor rigor de las entidades financieras a la hora de otorgar
créditos, sumado a la constante subida de los tipos de interés,
la morosidad está aumentando de forma exponencial. Las estadísticas
de los últimos meses revelan un vertiginoso aumento de los
impagos empresariales y de los retrasos en el pago de las
facturas vencidas. Este problema se está agudizando de forma
preocupante en algunos sectores, verbigracia en el de
la construcción. La
perspectiva para el año 2009 es que los impagos empresariales
van a continuar aumentando de forma imparable.
En la actual
crisis de morosidad, las empresas proveedoras de bienes y
servicios deben concienciarse de que cuando otorgan
aplazamientos de pago a sus compradores están actuando como
banqueros, por lo tanto la concesión de créditos a clientes
debe hacerse bajo unos procedimientos que evalúen la
solvencia y capacidad de pago de los deudores. A continuación
unos consejos prácticos para evitar los impagados
empresariales y cómo recuperar los impagados que se hayan
producido.
Consejos
prácticos para evitar los impagados empresariales
Primer
principio: los impagos no son una fatalidad. Si la empresa
adopta una serie de precauciones básicas antes de conceder créditos
a sus clientes, si adopta una serie de medidas preventivas que
a continuación expondremos, si gestiona correctamente sus
cuentas por cobrar y si reacciona rápidamente en caso de
problemas, puede minimizar los incobrables.
Un
principio fundamental: no hay que forzar nunca las ventas. Muchas
empresas se quejan de que tienen muchos impagados pero no
detectan cuál es una de las causas más frecuentes de la
morosidad: la política comercial de la propia empresa. Una máxima
en las ventas a crédito es: "A mayor presión por
vender, más impagos".
No
fiarse de las apariencias. Por muy buena imagen que
ofrezca un posible comprador, es aconsejable investigar que
hay detrás de la fachada de este futuro cliente, a veces con
un poco de esfuerzo de investigación se descubre la cara
oculta de las empresas.
Extremar
las precauciones con las empresas recién constituidas. Las
estadísticas nos revelan que la mitad de las empresas creadas
desaparece en los primeros cuatro años de vida.
Pedir
un informe jurídico sobre el cliente. Una buena medida
para aumentar la seguridad de las operaciones es el
conocimiento jurídico del cliente. Esto se consigue
comprobando todos sus datos, ya que hay morosos que, para
defraudar a sus acreedores, utilizan empresas no constituidas
legalmente o que no están inscritas en el registro mercantil.
Pedir
informes comerciales investigados y actualizados para todo
nuevo cliente. Antes de vender a crédito se recomienda
pedir informes de la solvencia, liquidez, arraigo, capacidad
de pagos y seriedad mercantil del cliente: una buena
información comercial
puede evitar muchos morosos. En caso de no estar seguros de la
solvencia de un nuevo cliente, es recomendable solicitar un
informe investigado y actualizado, que no es costoso teniendo
en cuenta el dinero que puede ahorrar a las empresas.
Comprobar que la dimensión de la empresa del cliente es adecuada al
nivel de riesgo asumido. Se comprueba que el comprador
tiene recursos propios suficientes para endeudarse en una
operación con pago aplazado. Por ejemplo, un proveedor que
vende 30.000 dólares a crédito a una microempresa con un
capital social de 3.000 dólares, asume un riesgo considerable
ya que existe una desproporción entre el importe
de la transacción comercial
y los fondos propios del cliente.
Establecer
una política de créditos y un manual de procedimientos.
Es recomendable redactar una política de créditos y cobros
coherente con la situación y un decálogo de procedimientos
que contenga las normas de actuación en materia de concesión
de créditos y acción de cobro, y mentalizar a todos los
empleados de ventas y de administración de clientes para que
sigan al pie de la letra el manual de procedimientos.
Otorgar a
cada cliente un límite de riesgo. Establecer
un límite de riesgo para cada cliente, esto es, la cantidad máxima
de crédito que estamos dispuestos a arriesgar con el cliente
y que no vamos a sobrepasar en ningún momento si no es con la
autorización de algún directivo responsable. Gracias a los límites
de riesgo se evitarán pérdidas elevadas si se produce una
situación de morosidad.
Pedir
referencias a otros proveedores. El mejor informe sobre
los hábitos de pago de un nuevo comprador nos lo pueden dar
proveedores que llevan tiempo trabajando con el cliente y que
no sean competidores directos.
Hacer
firmar a todos los clientes un buen contrato. El contrato
es la pieza clave del éxito de las operaciones; si reúne los
requisitos legalmente exigidos, el deudor queda obligado a
asumir lo pactado, sin posibilidad de eludirlo o dar marcha
atrás a los acuerdos asumidos y obligaciones adquiridas.
Desde un punto de vista preventivo, el contrato es el
documento que permite garantizar y proteger jurídicamente los
intereses del acreedor.
Aceptación
de las condiciones generales de venta. Una
forma de proteger los intereses del proveedor sin necesidad de
firmar un contrato con cada cliente es establecer unas
condiciones generales de venta. Las condiciones generales de
venta son las normas para la venta que el proveedor ha fijado
y que aplica a todos los clientes. Estas condiciones se pueden
incluir en el dorso de la hoja de pedido o de la propuesta de
pedido.
La
necesidad de documentar las operaciones comerciales. En la
práctica del día a día las empresas suelen admitir pedidos
telefónicos o verbales de sus compradores, y no exigen la
firma y sellado de los albaranes (o de las facturas) por una
persona responsable con el fin de agilizar los trámites y no
retrasar el tráfico mercantil con formalidades
administrativas.
La
documentación necesaria para reclamar una deuda derivada de
un impago comercial consiste en tres documentos: un pedido, un
albarán y una factura. Con la posesión de estos tres
documentos mercantiles, el acreedor verá totalmente blindado
su derecho de cobro y podrá demostrar perfectamente la
existencia de una deuda, de modo que el moroso no tendrá
ninguna escapatoria legal para dejar de pagar la operación
comercial.
Evitar los
fallos en el momento de la venta; ser irreprochable. Las
empresas que venden productos o servicios deben tener como
objetivo el tener “cero” fallos en su actuación y ofrecer
un servicio de calidad a los clientes. La empresa proveedora
debe haber actuado de forma irreprochable y poder demostrarlo
en cualquier momento: cumplir con todos los requisitos de
cantidad, calidad, plazo de entrega, precio, facturación,
etc.
La
gestión pro-activa en el cobro. La empresa debe
establecer mecanismos que permitan una gestión pro-activa de
los impagados. La pro-actividad consiste en adelantarse a los
acontecimientos y evitar así los problemas mediante una acción
adecuada.
Establecer
un sistema activo de cobro. En lugar de dejar que el
cliente efectúe los pagos de las facturas al vencimiento por
medio de transferencia bancaria, es mejor domiciliar los
cobros en una cuenta bancaria y utilizar el adeudo en cuenta
mediante la norma bancaria correspondiente.
El
control de saldos vencidos. El departamento de créditos
debe utilizar unos listados mensuales de saldos vencidos y no
vencidos que controlan los saldos de clientes, con el fin de
detectar los atrasos y priorizar las acciones de cobro.
El
control de efectos y recibos impagados. Con periodicidad
semanal, el servicio de cobros trabajará con un listado de
giros y recibos impagados –efectos que no han sido atendidos
por la entidad bancaria del cliente– y realizará de
inmediato las acciones de cobro pertinentes.
Contratar un seguro de crédito o servicios de factoring. En el mercado existen varios servicios financieros y
de seguros que eliminan o minimizan el riesgo del crédito de
clientes y aseguran el cobro de las operaciones comerciales.
El seguro de crédito cubre la totalidad de los riesgos de crédito
de clientes, de forma que el asegurador pueda obtener una
cartera de riesgos diversificada, que limite su riesgo y
permita así una tarificación ventajosa.
El factoring
es un contrato de cesión de créditos entre una empresa
proveedora que mantiene crédito interempresarial con sus
clientes y una sociedad financiera especializada en servicios
de factoring, la cual anticipa la liquidación de una parte
importante de los fondos correspondientes a las facturas
cedidas.
Consejos
prácticos para recuperar los impagados empresariales
No hay que tener ningún temor a enviar el primer recordatorio de pago
lo antes posible. Algunas empresas no se atreven a
reclamar enseguida el cobro de las facturas vencidas por miedo
a proyectar una imagen de excesivo rigor y dureza. Por el
contrario una reclamación temprana permite detectar a tiempo
un posible fallido incobrable. Además se consigue un efecto
psicológico positivo, ya que la mayoría de los deudores
respetan a los acreedores que saben controlar los cobros.
El acreedor no debe tener ninguna vergüenza –ni tan siquiera ajena–
ni debe sentirse incómodo a la hora de pedir que se le pague.
En otros países donde la cultura empresarial es menos
permisiva, las empresas son muchos más agresivas a la hora de
reclamar los pagos –y obtienen buenos resultados– por
consiguiente no hay que sentir ningún reparo a la hora de
pedir al deudor que pague. El reclamar un crédito vencido no
debe avergonzar nunca al acreedor, en todo caso son los
clientes morosos los que deberían sentir vergüenza.
Desgraciadamente esto no suele ocurrir casi nunca ya que la
psicología del deudor moroso funciona de la siguiente manera:
“si no me reclaman la deuda no hace falta apresurarse a
pagar”.
Antes de iniciar la reclamación es conveniente obtener la máxima
cantidad de información acerca del deudor, tanto de
fuentes internas como externas, y tanto económicas
–solvencia, endeudamiento, liquidez– como personales.
También hay que recoger toda la información referente al crédito
pendiente de cobro, el historial del cliente y la documentación
relacionada con el mismo.
El acreedor debe personalizar la gestión de cada impagado adaptándose
al perfil del deudor, por lo que hay que tener en cuenta
la cuantía de la deuda, el tipo de empresa, su forma jurídica,
su sector de actividad, su localización geográfica y la
personalidad del interlocutor.
El
secreto del éxito en la reclamación de impagados es la
preparación previa a la gestión, por lo que hay que
determinar previamente los objetivos que se pretenden alcanzar
y tener prevista la estrategia de recobro más adecuada para
cada caso.
Las
mejores armas del gestor de cobros son: una buena capacidad
negociadora, constancia
en los contactos con el deudor, insistencia en la búsqueda de
una solución y asertividad
para superar las objeciones y convencer al interlocutor.
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