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"Decidir" se deriva de la misma raíz Latina que "homicidio", "suicidio"
y "genocidio"
(N.del T.: La palabra "decide" en inglés comparte el mismo sufijo que
"homicide",
"suicide" y "genocide"), y de una forma sutil, posee el mismo atributo determinista
y pesado. Existe la sensación de que cuando se decide se alcanza un punto de no
retorno: no hay vuelta, sin remedio, sin libertad.
"Elegir", por el contrario, nos deja espacio para respirar, posibilita una apertura a
vivir y aprender, a corregir el rumbo, a cambiar de opinión. Mientras que decidir tiende
a enmarcar nuestro pensamiento en criterios de correcto e incorrecto, elegir nos
permite expresar una preferencia. Toda elección es una decisión, y toda decisión
es una elección, por supuesto. Pero uno de los obstáculos más grandes a la
efectividad
y al éxito es el miedo a equivocarse cuando se toma una
decisión.
Usemos entonces todos nuestros recursos y abrámonos a cometer errores.
Las
palabras tienen un poder enorme, y por lo mismo es conveniente que
usemos las
que nos sirvan más.
CITAS
"De los errores, es más probable que surja la verdad que la confusión."
~ Francis Bacon
"Qué bueno que la vida no sea tan seria como le parece a un camarero."
~ Don Herold
PARA PENSARLO
EL PODEROSO SIGNIFICADO DE "PODRÍA SER IMPORTANTE"
El exceso de e-mails que circulan ha estado en los titulares últimamente: la cantidad
de los mismos, la distracción que generan y nuestra propia inutilidad de hacer algo al
respecto. Incluso hubo un debate en un periódico de circulación internacional, en el
cual los lectores votaban entre la necesidad de reducir los e-mails a cero o usar la
bandeja de entrada digital como una gigantesca biblioteca, manteniendo
información
útil a mano, sin preocuparse por el volumen de la misma. Este asunto está estrechamente
ligado con la preocupación popular sobre la cultura de estar "siempre encendidos", en
la que parece que nunca nos desconectamos de las demandas de contacto incesantes
que nos imponen clientes, jefes y nosotros mismos.
¿Cuál es el problema? Existe un problema, pero no el que se ha popularizado. En
general, lo que se ha juzgado como culpable es el "exceso de información" aparejado
con un acceso indiscriminado. La imagen es que estamos enterrados bajo una pila de
asuntos que se amontonan en forma constante y creciente. Entonces, si con lo que
estamos tratando de lidiar es un bombardeo constante de información, lo
que hacemos
para apoyarnos es intentar filtrarlo, clasificarlo y organizarlo cada vez más rápido,
para sentir que tenemos todo bajo control.
Pero el exceso de información no es el problema. Si lo fuera, moriríamos
al entrar en
una biblioteca, explotaríamos la primera vez que nos conectamos a la web, y el solo
hecho de hojear un periódico nos produciría una crisis nerviosa. Pero la verdad es que
el exceso de información resulta relajante. La cantidad y variedad de estímulos
visuales
y auditivos en los paseos por el bosque es una de las razones del efecto tan tranquilizador
que estos producen. Por el contrario, podemos sentirnos realmente incómodos en
ambientes minimalistas, ya que la privación sensorial produce desconcierto.
Y hablando del estar "siempre encendidos", ¿cuál es la novedad o el
problema que hay
con eso? Según los cálculos de un especialista, unos cincuenta mil pensamientos cruzan
al día por nuestra mente. ¿Qué importancia podrían tener entonces trescientos mensajes
comparados con la invasión que nos genera nuestra propia mente de ametralladora?.
Por qué, entonces, ¿la experiencia de un montón de e-mails no puede
percibirse como
algo relajante, comparable a una caminata por el bosque? ¿Por qué no ha sido aceptada
como parte de nuestra realidad cotidiana, como hacemos con el hecho de estar pensando
todo el tiempo, qué es lo que realmente sucede? Por una razón muy simple: cada uno de
esos e-mails podría ser importante. La palabra decisiva en este problema es "podría".
Aunque quedaría mucho por hacer todavía, todo sería mucho más fácil si
el contenido de
un e-mail estuviera claro desde un comienzo. Los e-mails no portan una simple noticia:
esa noticia puede ser potencialmente importante; los e-mails no representan tan solo
comunicación: puede que yo necesite o esté esperando esa comunicación, y tal vez
necesite o quiera hacer algo al respecto. La información puede ser potencialmente
importante, potencialmente trascendental. La sensación abrumadora se
genera entonces
en la urgencia por determinar la importancia que la información tiene.
Cuando caminamos por el bosque somos bombardeados por informaciones, pero
muy
poca tiene importancia implícita. La que notamos tiende a ser no esencial o tranquilizadora,
o muy distante, y con ella nos sentimos claramente en armonía. Muy pocas personas
evitarían ir al bosque por sentir que la información allí es excesiva. Por cierto, las sorpresas
nunca faltan. Sin embargo, cuando vivíamos en los bosques se nos hacía
mucho más fácil
procesar nuestros problemas. La información importante, en un día normal de trabajo, la
constituía el cascabel de una serpiente, las bayas para la comida, las huellas de animales,
los truenos y las ortigas venenosas. Y cuando salíamos del bosque todo se podía solucionar
con un esfuerzo adicional mínimo. Seguramente el RAM psíquico permanecía
intacto.
Podíamos darnos el lujo de mantener la comunicación con nosotros mismos y con los
signos y señales sutiles de nuestro universo, desde un espacio de mayor claridad.
En la actualidad estamos sobrecargados, pero no de información, sino de
significado
que hay que sopesar. La solución, por tanto, no es que haya que rebanar, picar y
reorganizar la información, sino cuán rápido y discretamente podemos determinar el
significado específico que ésta tiene para nosotros. ¿Podemos hacer algo al respecto?
Y si no podemos, ¿es basura? ¿hay que guardarlo y actuar en el futuro? ¿cuál es el la
próxima acción?, y con qué resultado, si es que lo hay, debiera comprometerme? Y
¿cómo se relaciona esto con el inventario en general de todas las cosas que he
acumulado hasta la fecha, y cuáles de ellas aún son potencialmente importantes?.
El problema con los e-mails no es si debo mantenerlos en mi bandeja de
entrada o
archivarlos, ya que eso equivaldría a reacomodar pilas incompletas de asuntos indefinidos.
Lo que cada uno de ellos significa para mí es el problema. ¿Es necesario leerlo y
responderlo? Y más específicamente, al compararlo con el resto, ¿hay algo que aún
necesite hacer al respecto? ¿O simplemente tengo que archivarlo como referencia?
¿O debo borrarlo? Implícitamente todas esas distinciones, por muy razonables que
parezcan, exigen que sepamos lo que estamos haciendo y hacia donde vamos.
Y ¡vaya! eso es tan fácil como saber quienes somos y el propósito que tenemos en
el universo (o alguna versión de esas preguntas imperecederas). Muchos de los
e-mails en nuestra bandeja de entrada significan muchas cosas, que a su vez tienen
un significado cuya importancia nos toca decidir.
La bestia de los e-mails ha escapado del establo y va a ser prácticamente imposible
volverla a encerrar. La selección natural de información que nuestra mente solía hacer
en el pasado en el bosque, mantenía lo importante a un nivel que se podía manejar,
sin embargo los e-mails accionan en un lugar mucho más íntimo de nuestro psiquismo,
ya que cada uno de ellos podría contener una cascabel, una baya, las
pisadas de un
venado o truenos.
Lo positivo del fenómeno e-mails, aparte de la maravilla que aportan en
cuanto a
comunicación y conectividad virtual con la comunidad a nivel global, es que obliga
al profesional promedio a enfrentarse con un desafío ineludible de conocer su propio
trabajo: de definir lo que su trabajo es. La respuesta a eso es evasiva, y cambia con
frecuencia. Además, a la gran mayoría de nosotros no nos enseñaron a incrementar
nuestra velocidad y a sentirnos cómodos determinando el significado y la
prioridad
de los asuntos. Esto, como descubrimos cuando sintetizamos las prácticas más
efectivas para hacer fluir el trabajo, puede ser aprendido y practicado. También
demanda tiempo y energía, que la mayoría de la gente no está dispuesta a reconocer
y a aceptar como parte de la logística de su estilo de vida. Pero el debate sobre los
e-mails debe madurar, y pasar de un enfoque referido principalmente al volumen de
asuntos para pensar, que considera el problema cuantificable, a otro más
sofisticado,
y que tiene que ver con aprender a tomar decisiones rápidas iniciales, de NO dejarse
encantar por parafernalia brillante, aunque la tengamos frente a nuestros ojos.
Una máxima antigua: Si no sabes hacia dónde vas, te sirve cualquier
camino. Y lo que
debieran haber agregado es: "y todo lo que se te aparezca en el camino te parecerá
poco claro, abrumador y fastidioso".
"No siempre la parte más difícil de un trabajo y de lograr el éxito es
el trabajo en sí, sino
las decisiones, los compromisos y las elecciones que deben hacerse." ¨
~ Barbara Abrams Mintzer
SUGERENCIAS
- Si limpias una de "esas gavetas" periódicamente, y encuentras una o
más de esas
"llaves misteriosas" (ya sabes: de esas que podrían abrir algo importante, pero que no
sabemos qué), crea un archivo en el sistema de referencia general y titúlalo: "Llaves
Varias"; agrégales la fecha. Y si un buen día descubres que te falta la llave de una
cerradura que prácticamente no usas nunca, podrás ir a buscarla en ¡un solo sitio!
(Gracias, Dan)
- Una gran idea es guardar toda la información importante que tengamos
en la billetera
en un lugar seguro: números de tarjetas, de pólizas, etc. agregando los números
telefónicos de cada uno de ellas por si se presenta algún problema. De esta manera
tendremos la información a mano para resolver ese proyecto sorpresivo que acaba
de caer en nuestras manos, si alguna vez se nos pierde la billetera o nos la roban.
(Gracias, Nathan)
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